Ricardo Rocha, docente de la Universidad Nacional, explica el papel del grano en la historia del país.
Hace doscientos años ya se cultivaba y exportaba café en Colombia, la bebida estimulante de la Ilustración y de la Revolución Industrial. Premonitoriamente de las oportunidades que la libertad traería a la naciente república, en 1813 Nariño sembró un cafeto en Ibagué haciendo alegoría al movimiento independentista y dando alcance a su experiencia con el Caribe. Durante la mitad del siglo 19 el café de Santander se exportaba por Venezuela, quien fue el principal productor de café suave hasta que el petróleo le contagió la enfermedad holandesa.
En lo restante del siglo igualamos su producción, debido al creciente consumo que trajo la Guerra de Secesión, la cotización del café colombiano en la bolsa futuros de Nueva York, la infraestructura exportadora a través del río Magdalena, los ferrocarriles y el cable aéreo Manizales-Mariquita, y la expansión del cultivo hacia Cundinamarca, Tolima, Caldas y el Norte del Valle.
Entonces el café trajo oportunidades inéditas a la nueva república. Permitió el acceso a la globalización del comercio y los flujos de capitales, la conformación de un tejido empresarial y la expansión del mercado interno y su diversificación. También el grano suplió la carencia de moneda y divisas extranjeras, propiciando la creación del sistema financiero y de la necesidad de una banca central. Frente a la servidumbre y esclavismo de las haciendas, el café creó los primeros mercados de trabajo y tierras. Ante el confinamiento geográfico, el grano ofreció un destino manifiesto tras la frontera agrícola al interior de los Andes. Frente al legado borbónico de castas y centralismo, el cultivo facilitó la movilidad social y el protagonismo regional.
Detrás de las anteriores transformaciones el café también motivó grandes tensiones. La Guerra de los Mil Días estuvo precedida por una crisis de sobre producción en el mercado mundial y la tensión con el gobierno por los impuestos a las exportaciones, con el manejo cambiario y monetario. Aspectos macroeconómicos que luego propiciaron la agremiación en la Federación Nacional de Cafeteros. Durante La Violencia el expolio de tierras y el desplazamiento forzado se cebó sobre las zonas cafeteras, como resultado de la cruenta pugna tras los elevados precios después de la Segunda Guerra Mundial, el cual se había incubado por la aguda informalidad de la propiedad y del trabajo. A su estabilización contribuyeron las políticas de comercialización, desarrollo rural, fortalecimiento institucional y bienestar social implementados por el gremio cafetero. Mas recientemente, la expansión cafetera hacia el suroccidente del país ha suscitado recurrentes protestas campesinas, ante los bajos estándares de vida, la precaria oferta de bienes públicos y la depresión del precio.
Desde el siglo XX Brasil y Colombia han sido los principales jugadores mundiales y por consiguiente afrontando el dilema entre defender el precio ante la sobreproducción o preservar la participación en el mercado.
En 1909 Brasil inició la retención de sus exportaciones, para mitigar los adversos efectos de la sobreoferta y el desplome de precios, permitiéndole a Colombia aumentar paulatinamente su peso en el mercado, hasta el punto de juntarse con Brasil a liderar al Pacto Internacional del Café entre 1962 y 1989, donde se buscaba estabilizar el mercado mediante cuotas de exportación, la acumulación de inventarios y programas de diversificación productiva. Durante su vigencia, las exportaciones colombianas crecieron hasta equiparar las de Brasil y el Fondo Nacional del Café pudo acumular un conglomerado empresarial que incluía entidades financieras, aerolínea, flota mercante, una empresa papelera, cadena de supermercados y comercializadoras internacionales.
El pacto internacional cafetero finalmente colapsó por su difícil implementación, cobertura y la ola reformista promercado. En 1986 Brasil inició la privatización de su cadena de valor y la promoción de la expansión del cultivo en la región de El Cerrado, luego sus exportaciones se han duplicado hasta ocasionar la actual sobreproducción y postración del precio. Frente al libre mercado la estrategia colombiana fue continuar con las políticas de comercialización y renovación, expandir la producción hacia el suroccidente del país, y financiar el sostenimiento del precio interno mediante la liquidación de las inversiones previamente acumuladas por el FNC, comercializando a Juan Valdez e invocando subsidios del gobierno. Abandonándose el programa de diversificación cafetera, mientras que el país desmantelaba la institucionalidad del desarrollo rural y se contagiaba con la enfermedad holandesa.
Desde entonces, Colombia acusa un visible estancamiento en sus exportaciones y una menor participación en un mercado mundial ante la competencia de Brasil, Vietnam y el Perú. Aunque la demanda sigue premiando la calidad de nuestro café, apetece cada vez más su mezcla y los cafés instantáneos, aprovisionándose desde una industria más concentrada y globalizada, más nuevas tecnologías que suavizan el sabor.
Así, resulta necesario promover la pronta recuperación de la producción y las exportaciones, esta vez con más desarrollo rural y bienestar, mejores estándares laborales y ambientales, y por qué no, prestarle un poco de atención a George Clooney.
Ricardo Rocha
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Investigaciones para el Desarrollo